La imagen de Mahi, una niña del corazón mismo de la vida, una típica mujer española, Francisco Goya, en cuyas pinturas se combinaron el realismo y el sabor agrio de sus fantasías, regresó más de una vez. En esta imagen, el artista representó a dos jóvenes bellezas con trajes nacionales -las que agitaban las usaban en oposición a la moda francesa adoptada en los estratos superiores de la sociedad española- y los dos mahos, sus caballeros.
Los vestidos de las niñas están pintados en colores blanco, dorado y gris perla, sus caras están decoradas en tonos cálidos, y esta pintura delgada e iridiscente se ve aún más atractiva sobre un fondo oscuro. Sentado en el balcón de la virgen, asemejándose a pájaros en una jaula, – la trama típica del artista moderno de la vida española.
Pero en su interpretación, Goya hizo una nota perturbadora, representando a los hombres vestidos de oscuro en el fondo, que se ponen sombreros sobre los ojos y se amortiguan en las capas. Estas figuras están escritas casi en silueta, se funden con la penumbra que las rodea y se perciben como sombras que protegen a la encantadora juventud.
Pero los columpios parecen estar conspirando con sus guardianes: estos seductores sonríen de manera demasiado conspirativa, como si atrajeran a aquellos a quienes atrae su belleza, hacia la oscuridad que se enrosca detrás de sus espaldas. Esta imagen, aún llena de luz, ya presagia la tragedia completa del último trabajo de Goya.