Los “comedores de melón y uvas” se refieren a las mejores pinturas de Murillo. Aquí trató de resolver un problema que aún no se había propuesto, la tarea de representar la naturaleza con luz natural. Ambas fotos de pequeños héroes están sentadas en el suelo.
Están inmersos en la sombra, iluminándose gradualmente hacia el borde derecho de la imagen. No escuchamos de qué hablan los muchachos, no conocemos su relación, pero el autor transmite su conversación de forma tan visible con medios pictóricos, dibuja sus personajes de manera tan vívida que sentimos involuntariamente que hemos conocido estos barrancos. El “maestro de la situación” aquí, aparentemente, es un niño con un melón.
Nos cuentan esto y su mirada a su amigo, de arriba abajo, y una expresión ligeramente burlona en su rostro, así como el hecho de que el melón está en su regazo. En el rostro de su amigo, por el contrario, escrito de indecisión. Él, sin embargo, está tratando de disimularlo, con un gesto exageradamente ingenioso, enviando un cepillo de uvas a la boca.
Los “comedores de melón y uvas” prefiguran el nacimiento del estilo aireado de Murillo, quien lo glorificó. En “Eats” tiene una forma completamente nueva, en comparación con las imágenes del período anterior, se acerca a la creación de efectos de luz-aire, pero todavía no puede hacer frente a las tareas que se le presentan. Murillo, aparentemente, sentía que no podía lograr la tangibilidad deseada de la luz y el aire.
Trabajó como una pincelada gruesa y pastosa que exigía límites claros entre el ambiente atmosférico y los volúmenes. Naturalmente, la “ligereza” de tal golpe no contribuyó.
Sin embargo, en los comedores de melón y uvas, Murillo logró sortear esta dificultad de una manera bastante original. Se dispersó en el lienzo manchas de flores y sombras de intensidad variable. El efecto de “manchado”, creado de esta manera, imitó con éxito el futuro estilo aéreo de Murillo.
También se debe notar la calidez especial de la pintura de Murillo, que hechizó a muchas generaciones de espectadores. El maestro logró lograr estos tonos increíbles en gran parte debido a la cartilla.
En Sevilla, se utilizó arcilla de alfarería mezclada con aceite de linaza y pegamento para hacerla. Tal imprimación le dio a la foto un tono marrón rosado. Esta sombra, por cierto, hace que sea fácil distinguir las obras sevillanas de Diego Velázquez, el famoso Murillo, de sus propios lienzos de Madrid.