La obra más famosa de Carpaccio, una serie de pinturas que representan la leyenda de Santa Úrsula, se puede describir con las mismas palabras que las pinturas de Gentile.
Asiste a audiencias diplomáticas, mira el mar, en las olas de las que giran las góndolas y barcos pintados con banderas, ve edificios semi-semi-clásicos con terrazas, y en los escalones hay una multitud vestida festivamente, orgullosos senadores, elegantes hombres, mujeres hermosas, músicos tocando el viento. Instrumentos, banderitas ondeando al viento. Pero a partir de palacios magníficos, trajes pintorescos y brillantes olas marinas, él construye un reino fantástico.
Esta es la diferencia entre Carpaccio y Gentile Bellini. Mientras Gentile pintaba vistas arquitectónicas y miraba todo a través de los ojos de un ilustrador, Carpaccio era un poeta que arrojaba un velo de encantadores cuentos de hadas a la realidad. Cuando te cuenta la leyenda de Santa Úrsula, las viejas novelas caballerescas sobre princesas delgadas y príncipes encantados vienen involuntariamente a tu memoria.