Ernst creó esta imagen, que bien puede servir como una ilustración de las obras de Freud, al comienzo de su camino surrealista. Está saturada de imágenes sexuales y sumerge al espectador en la atmósfera de un sueño erótico, vago y un tanto extraño. Sueños en realidad Las obras de Ernst se pueden llamar “las más surrealistas” entre las obras de otros representantes de esta tendencia.
Ernst primero intentó dar las imágenes nacidas de las oscuras profundidades del subconsciente humano, la cáscara visible. Sus pinturas de la época temprana parecen alarmantes, alarmantes y, a veces, francamente horribles. Y, lo peor de todo, a veces parecen mucho más reales que la realidad misma.
Sumergiéndose en el simbolismo de Ernst, envuelto en presentimientos oscuros y dolorosos, el espectador deja de entender dónde está la realidad y dónde está la alucinación. En el período tardío de la creatividad, el artista dejó de “asustar” a sus admiradores. Las pinturas brillantes, casi románticas de la década de 1950 ya no son sueños horribles, frutos del subconsciente, sino sueños, fantasías creadas por la rica imaginación.