En el cuadragésimo día después de la Resurrección, los apóstoles se reunieron en la misma casa, y Cristo apareció nuevamente ante ellos. Charlando con los discípulos, se dirigió al Monte de los Olivos. Allí, bendiciendo a los apóstoles, levantó las manos y comenzó a ascender al cielo, elevándose más y más sobre la tierra, hasta las mismas nubes… Los apóstoles quedaron paralizados de asombro y profunda tristeza, incapaces de apartar la vista del cielo.
Inclinándose ante el Maestro, volvieron a Jerusalén.
Una solución interesante para la transferencia de esta historia es el artista El Greco en la película “Ascensión”. Todos los medios artísticos están subordinados a la personificación de la calma absoluta, la grandeza y la belleza de la imagen del Cristo ascendente. Es imposible olvidar su rostro, lleno de amor y misericordia hacia las personas.
La luz cegadora que emana del Salvador horroriza a los apóstoles y guardias representados en la parte inferior de la imagen. El ritmo nervioso de las líneas, el contraste de las manchas rosadas, azules, grises y rojas, entre las que destaca el estandarte blanco en las manos de Cristo, pretende aumentar el drama y la solemnidad de lo que está sucediendo.