La obra de Salvador Dali “La adaptabilidad de los deseos”, otro ejemplo aterrador de la atractiva pintura del artista. La pasión por el desmembramiento de partes en pequeños componentes aquí se propone como un sabroso plato de esferas tipo capullo. Sustrato jugoso con una paleta azucarada de sandía que indica la presencia de algo sangriento y siniestro.
A pesar de la ausencia de signos evidentes de matices sexuales, el lienzo contiene el simbolismo velado de las relaciones: el torso desnudo de una mujer que cuida la cabeza de un hombre gigantesco. Como en muchas otras obras de los “Deseos”, Dalí se dirigió al tema de la impermanencia de todas las cosas en la tierra. Como símbolo de descomposición y desintegración en partes, usó el enjambre de hormigas y el análisis de los componentes de la cabeza de un león, cuya imagen aparece en muchos lienzos salvadoreños.
La imagen presentada es similar a una ilustración vívida que muestra el salto del adoquín al adoquín de diferentes variaciones del león. En esta interpretación, la fuerza del león puede considerarse como la furia de los deseos. Sus imágenes de textura variada, melena, boca y silueta, son fragmentos de deseos.
De modo que los deseos de las personas se adaptan a la realidad y, como resultado, solo una parte de su totalidad, por ejemplo, solo la melena o silueta, queda del sueño. La esfera de piedra con la imagen de un caracol o una concha de molusco sigue sin estar clara. Presumiblemente, el caracol es la personificación de la mente, la sabiduría y solo el cerebro humano.
Tal interpretación es bastante apropiada debido a la actitud reverente de Salvador hacia las obras de Freud, cuyo cerebro fue comparado por un surrealista con una concha de caracol: hasta que llegues a la verdad, pasarás más de un giro. Luego viene el juego intraducible de imágenes de cabezas separadas, como el comienzo de algunas ideas. Y, aparentemente, el pobre hombre, después de unir la cabeza con las manos, llegó al fondo de la verdad y se dio cuenta de la inutilidad de sus intentos por obtener lo que quería.
Trabaja de forma jugosa, sin aire, con sombras duras y un espacio exterior ilimitado. “La adaptabilidad de los deseos”: el lienzo de los primeros trabajos de Dalí. Sus escritos coincidieron con la convicción final del autor de que él es un verdadero surrealista, que Dalí declarará después de 7 años con las palabras: “El surrealismo soy yo”.