La historia nativa captura a Nicholas Roerich desde los primeros días de estudio en la Academia de Artes y en la Universidad de San Petersburgo, donde ingresó simultáneamente en 1893. Por ello, muchos de sus trabajos académicos están dedicados a acontecimientos históricos.
Nicholas Konstantinovich estaba muy interesado en el punto de inflexión más importante en la historia de la Patria: la formación del antiguo estado ruso, y pensó en una serie de pinturas “Principios de Rusia. Eslavos”.
En el otoño de 1900, Nikolai Konstantinovich fue a estudiar a París y en 1901 creó el cuadro Invitados de ultramar. Como se sabe por las crónicas, las tribus en disputa invitaron a los príncipes varangianos a establecer paz y tranquilidad. “Busquemos a un príncipe que nos pertenezca y juzgue por derecho. Y se fueron al extranjero a los varangianos, a Rusia…”, dice el cuento de años pasados. Después de dirigirse a los varangianos, en las tierras eslavas “Rurik llegó con los hermanos Sineus y Truvor”
En la esquina superior derecha de la imagen, detrás de una colina alta, la tumba del profeta Oleg, Roerich escribió un misterioso asentamiento en una colina: una fortaleza. El arqueólogo E. A. Ryabinin descubrió en este sitio, conocido como Lyubshi, la fortaleza de piedra eslava más antigua de Europa del Este, que data de mediados del siglo VIII. Bajo la piedra, la fortaleza de Lyubshansky era un último tercio de madera del siglo séptimo.
En el contexto de Lyubsha, Roerich representó a sus “Invitados de ultramar”.
La pintura “Invitados extranjeros” se diferencia de las pinturas anteriores en una rica paleta de colores. Las nuevas búsquedas de imágenes son especialmente evidentes en esta imagen, presentando un extraordinario regalo colorista del artista. Un poema pintoresco en colores jubilosos resucita la era de los descubrimientos de países desconocidos.
En el mar azul entre las islas verdes flotando fabulosas embarcaciones de los vikingos. El viento veloz llena las velas multicolores, las gaviotas blancas se apresuran a encontrarse con un grito. Al trabajar en la imagen, Roerich utiliza de manera peculiar los métodos del arte popular, logra una gran decoración, una sonoridad de colores, crea un trabajo alegre y festivo.