Estando en el hospital de Saint-Remy, Van Gogh pintó varios cuadros que representan chozas holandesas. Ahora no se sabe con certeza si se escribieron de memoria o de algún dibujo antiguo, pero se imprimió el mismo motivo en diferentes momentos del día y bajo una iluminación diferente.
El paisaje, pasando por el filtro del autor, se asemeja a la ilustración de un libro para niños. Quizás esto expresó el anhelo por la infancia, con el cual cada persona está asociada con un sentido de seguridad. Sin embargo, las líneas sinuosas, creadas por una mano insegura, aportan un matiz de confusión al trabajo y lo privan de calma.
El cielo está escrito en un color indefinido, está decorado con un enorme disco solar caliente. Las nubes del atardecer coloreadas de rojo por el sol poniente parecen llamas. Las casas inclinadas con techos verdes, tienden a diagonalmente hacia abajo.
Van Gogh usa colores contrastantes, tratando de darles el mismo brillo, pero su combinación no complace a la vista, creando una combinación de conflicto desarmónico. Los contornos negros gruesos parecen estar escritos con una mano temblorosa e incierta. Líneas indefinidas, rizos caóticos de esquemas, falta de armonía: todo esto crea la impresión de que la imagen se escribió como en un sueño.
Esta sensación se mejora al mirar a la persona en primer plano que no encaja en el lienzo, lo que es sorprendente en su desproporción.