En abril de 1888, Van Gogh crea una serie de lienzos que representan árboles en flor. Encantado con el rápido florecimiento de la tan esperada primavera, pinta todos los días en jardines y parques.
En esta imagen de tamaño bastante grande, el artista representó un huerto de albaricoques en flor. El lienzo está lleno de una sensación de euforia causada por el aire puro de la primavera y la ternura de los colores de la naturaleza despertados de un largo sueño invernal. El cielo está escrito en trazos fugitivos desordenados que representan nubes cirros de luz.
La tierra, escrita en cálidos tonos de gris, está cubierta de pequeños brotes de hierba, apenas aparecidos, de un suave color verde claro. En el centro de la composición, el artista coloca un árbol delgado, florecido con una exuberante nube de flores blancas, que casi se funden con el color del cielo. Entre los pétalos blancos son visibles las hojas jóvenes de color verde claro.
El artista no utiliza colores oscuros. Incluso él dibuja troncos de árboles con delicados tonos de azul. Debido a esto, la imagen es como si estuviera llena de facilidad de aire.
Los troncos de los árboles bien plantados crean un contraste con los trazos largos y caóticos del cielo, y las delicadas flores de albaricoque sobre su fondo parecen un símbolo de ligereza, libertad y belleza natural.