Al regresar a París, Pissarro aún vive en la pobreza, la república que reemplazó al imperio no cambió nada en la vida de Francia, y los tristes eventos asociados con la guerra, la confiscación y la Comuna privaron a la burguesía de la oportunidad de comprar pinturas.
En este momento, C. Pissarro toma bajo su patrocinio a un joven artista de Aix-en-Provence P. Cézanne, y trabajan juntos en Pontoise. Comparte su experiencia de trabajar con el color con el joven artista, que, según C. Pissarro, era una herramienta visual única: con su ayuda era posible no solo transmitir la esencia material del objeto, sino también su forma.
Colocados cerca de trazos ligeros de color puro comienzan a interactuar sorprendentemente entre sí, dando lugar a un rango tonal vibrante, y aplicados en diagonal a diagonales paralelos, crean una sensación de profundidad y le dan a la imagen un cierto ritmo.