La pintura “Himalaya Everest” representa el punto más alto de la Tierra. La montaña tiene el nombre tibetano original Chomolungma. Desde 1856, en los mapas del Himalaya, este pico tiene un nuevo nombre, Everest, después del presidente del Comité Geodésico Indio de India, el general australiano George Everest, quien primero midió las montañas y descubrió que Jomolungma es el pico más alto del mundo.
Entre varias imágenes de la naturaleza, N. K. Roerich asignó un lugar especial a las montañas. Para él, las montañas son un símbolo de ascenso espiritual, de belleza que se acerca, hacia el bien. Al mismo tiempo, las montañas son una fuente de fuerza y energía, y el ascenso físico despierta el coraje, la resistencia y la paciencia en una persona.
Para transferir los vastos espacios y planos de las montañas Roerich recurrimos al método de la perspectiva paralela. Este método se caracteriza por el hecho de que los planos espaciales se ven desde la altura de la “mirada infinita” y los planos más distantes prácticamente no se reducen de tamaño, sino que se organizan en pasos que van al borde superior de la imagen, llenando todo su espacio.
Otra peculiaridad en la interpretación de las montañas por N. K. Roerich es una clara separación de las caras de cristal. Esta claridad de líneas y contornos es a veces de naturaleza gráfica y se destaca por sombras nítidas o grandes planos de color. Al mismo tiempo, N. K. Roerich siempre reveló la estructura rítmica de las montañas, la alternancia de picos y huecos.
Estas características se pueden ver en el cuadro “Himalaya Everest”, donde se distinguen cuatro hileras rítmicas: montañas irregulares en primer plano, una franja de nubes, una franja de montañas azules con un ritmo más fraccionario de picos, una franja de montañas nevadas blancas que forman un complejo patrón rítmico en un cielo verde pálido.