Moisés subió al Monte Sinaí, y Dios le dio dos tablas de piedra, en las cuales estaban escritos estos mandamientos. Durante cuarenta días, Moisés permaneció en la cima de la montaña, y Dios le habló, diciéndole las leyes y reglas a seguir en la vida cotidiana. Mientras tanto, los compañeros de Moisés lo esperaban al pie de la montaña.
Los días pasaron después de los días, pero Moisés no tuvo todo.
Los israelitas estaban preocupados, dudaron del favor de Dios para Moisés y decidieron regresar a sus antiguos dioses paganos. Comenzaron a exigir a Aarón, amenazando con piedras: “Levántate y haznos un dios que caminara delante de nosotros; porque con este hombre, con Moisés, que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos en qué se ha convertido”.
Recogieron todas sus joyas de oro de las mujeres y lanzaron un becerro de oro. Lo instalaron en un pedestal y comenzaron a adorar al becerro de oro como un dios, le ofrecieron sacrificios y luego organizaron una comida y danzas sagradas.