El boceto del gran maestro es en su esencia un trabajo completo. Al espectador se le presenta un retrato de una joven de una familia noble. Un rico sombrero, un abrigo de piel bordado de oro, un pañuelo, es un testimonio del estatus de niño, riqueza e influencia de la familia de la heroína. Ojos de espino llenos de miedo, dolor y simpatía.
El rubor en las mejillas da la emoción de la heroína.
Considerando el trabajo del autor, por separado y sin ninguna conexión con el lienzo conocido, podemos observar el brillante estilo de la escritura. La capacidad de transmitir la textura de los tejidos, pieles. El atuendo en sí parece auténtico, el autor, sin duda, estudió a fondo la época, sus características.
En la imagen misma de la heroína, se adivina una educación familiar estricta, la modestia e incluso una cierta “falta de apoyo”. La apariencia de la niña está totalmente desprovista de soberbia y orgullo. En sus ojos puedes leer desesperanza, resignación al destino.
Por naturaleza, el boyaris es callado, incapaz de protestar, tímido.
Manos, cruzadas sobre su pecho, hablan de la heroína nada menos que de sus ojos. Aparentemente, la niña está bien familiarizada con las tareas domésticas: bordado, tejido de encaje, hilado. El espectador imbuido involuntariamente de simpatía y afecto por la heroína.