En el trabajo de Van Gogh se ha reunido en repetidas ocasiones el trabajo, donde toda la atención se presta a un pequeño detalle, sin elaboración y cierta composición. Tales tramas pueden parecer insignificantes desde el punto de vista del arte clásico, pero después de pasar por el filtro de la percepción extraordinaria del artista, se llenaron de significado y se convirtieron en un medio para expresar los sentimientos y emociones más fuertes.
Un ejemplo es este trabajo, donde en el campo de visión del artista, varios racimos de hierba de jardín y mariposas vuelan sobre ellos. En primer lugar, dos filas de flores plantadas y hierba llaman la atención. Están escritos en trazos largos, cuya dinámica parece hacer eco de los movimientos rápidos y ligeros de las mariposas.
Las mariposas casi se pierden en el fondo de la tierra y la vegetación, y su invisibilidad solo refuerza la impresión de fácil descuido, que está impregnada de esta imagen.
El artista admira los tonos puros de la naturaleza, los exagera, convirtiendo la imagen en una “danza” de trazos de pintura pura de varios colores. Al pintar la hierba y la tierra, Van Gogh se aleja de su color primario, pero maximiza los matices. En tonos de ultramar, transmite la amplitud del paisaje.
A pesar de la frialdad del esquema de color básico, el artista logró transmitir la luz del sol, que está inundada por un pequeño pero encantador terreno.