La imagen obtuvo su nombre del color amarillo dominante, que se complementa con tonos de tonos contrastantes: cereza, azul, rosa y blanco.
El interior de la sala se presenta a los ojos del espectador, como expandiéndose, incorporando el mundo exterior. Todos los objetos se mueven, incluso las paredes y tablas del suelo. Como si declararan en voz alta su existencia y, en última instancia, formen una nueva unidad.
En un lado de la imagen hay una figura de una mujer sonriente sentada en una silla, con la cabeza vuelta hacia abajo y su cuerpo como si estuviera orientado fuera de la imagen. Por otro lado el misterioso animal se asentó naturalmente. Estas cifras parecen equilibrarse entre sí.
Como resultado, una habitación bastante común se convirtió en una imagen filosófica y fantasmagórica. Demuestra la irracionalidad del ser, su ansiedad, misterio y alegría al mismo tiempo.