El lienzo se puede dividir en dos partes. En primer plano, los tejedores realizan su trabajo tranquilo y, en el segundo, el resultado de su actividad: una gran alfombra en la pared que representa una escena sobre un tema religioso. En el centro de la imagen, el trabajo está en pleno desarrollo, sin detenerse por un segundo.
La imagen está llena de dinámica: cada tejedor está ocupado con su propio negocio.
Uno recoge los hilos caídos en el suelo, el otro, el que, con las mangas enrolladas, hace girar una nueva obra de arte. Probablemente, el artista quería mostrar su pasión por el proceso de trabajo con mangas enrolladas. Frente a la mujer con las mangas enrolladas, se sienta, obviamente, una tejedora anciana, conduciendo ociosamente una conversación con un joven discapacitado.
Cerca de la anciana, como si sintiera la experiencia de la vida y lo bueno que venía de ella, un gato doméstico se colocó a sus pies. Velázquez representó el lugar de trabajo habitual sin adornos y patetismo.
Sin movimientos teatrales, solo movimientos precisos y seguros de los tejedores. Por la cantidad de luz en la habitación, se puede suponer que los trabajadores se retrasaron hasta tarde en la noche. Su forma cansada también se indica mediante una abstracción del trabajo de una anciana y un personal de mantenimiento, que permitieron una pequeña charla al final del día.
Algunas palabras deben decirse sobre el tapiz en el fondo.
El artista describió el momento de la ira del Señor cuando convirtió a Arahna en un reptil rastrero. Algunos historiadores creen que con este momento Velázquez quiso revelar el juego político de España, que está abrumadoramente al mando de la gente. Así, el cuadro pertenece a las mejores obras de arte de la época.