El regreso de Judith a Bethulia – Sandro Botticelli

El regreso de Judith a Bethulia   Sandro Botticelli

El lienzo, que surgió bajo el pincel del gran pintor italiano del Renacimiento Sandro Botticelli, ocupa un lugar honorable en la tesorería mundial de obras de arte.

Cualquier imagen de Botticelli, ya sea que se haya escrito en el período inicial de su trabajo o en sus años de madurez, sorprende al espectador con brillantes colores saturados, una composición bien pensada y personajes en vivo, y “Judith” no es una excepción.

La pintura de Botticelli “Judith” fue pintada por el artista en 1472 y es parte de un díptico. En el momento de la creación de este lienzo, Botticelli ya se había probado a sí mismo en el papel de pintor: antes, varios cuadros que representaban a la Virgen habían salido de su pincel. Demuestran al espectador el brillante talento de un joven talento que busca encontrar su propio estilo, a la vez que imita la forma de escribir de maestros reconocidos: los artistas Masaccio y Lippi.

Para 1470, Sandro adquirió un estilo de dibujo que era único para él, y para marcar este evento, abrió su propio taller: el lugar del nacimiento de la pintura de “Judith” de Botticelli. La trama se basa en una parábola bíblica sobre la hazaña de Judith, una joven viuda del rey asirio Holofernes asediada por las tropas de la ciudad de Vetilua. Gracias a su valentía y dedicación, la gente del pueblo logró derrotar a numerosas tropas enemigas y librar a su ciudad de invasores.

Holofernes, asediada la ciudad, era famosa por su crueldad y lujuria.

El destino de las bellas mujeres de las ciudades capturadas por ellas era poco envidiable: en el mejor de los casos, esperaban una vida monótona en el harén real, en el peor de los casos, la muerte. Sabiendo esto, Judith decide dar un paso desesperado. Convenciendo a los ancianos de no apresurarse con la rendición de la ciudad, la joven viuda se pone el atuendo de cortesana y se dirige a Holofernes. El rey, que vio a una mujer hermosa, exigió acercársela.

Por la noche, después de que Olofern, quien se había emborrachado, se durmiera, Judith se cortó la cabeza con su propia espada y luego abandonó el campamento, pasando tranquilamente por los guardias dormidos.

La pintura de Botticelli “Judith” captura el momento de regreso de Judith con un trofeo sangriento, que trae a la ciudad de la opresión de extraños. El pintor, en su característico estilo animado, representaba a una niña caminando por un sendero acompañada por una criada. Sus pasos son rápidos y ligeros, la brisa de la mañana agita los pliegues de la ropa.

El rostro de la joven viuda está lleno de tristeza, y su imagen frágil se complementa con los atributos simbólicos de la victoria: la rama de olivo que adorna la cesta con la cabeza de Holofernes y la espada real.

Toda la escena está llena de luz y aire: el espacio detrás de las figuras de las chicas está ocupado por el cielo despejado, y solo a la distancia puedes ver las casas. A diferencia de otros artistas que también recurrieron a esta historia y describieron a Judith como una brillante seductora, Botticelli la presentó como un símbolo de determinación y dedicación.

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