La imagen está escrita en el espíritu de los impresionistas franceses: una combinación de manchas pequeñas y descuidadas, trazos borrosos de amarillo, rojo, marrón y, en algunos lugares todavía verdes, el artista expresa su admiración por el dorado otoño. No hay tanto una imagen concreta como la impresión de lo que vio, solo troncos blancos de árboles, abedules y serbal con brillantes racimos de bayas, y detrás de ellos un campo y un cielo alto sin fondo.
El artista logró transmitir esta admiración al espectador: es imposible pasar por alto esta imagen con indiferencia, definitivamente todos se detendrán a admirar los últimos colores del otoño, escuchar el susurro de las hojas y sentir el suave calor del sol de septiembre.