Pintura Jacopo Tintoretto “El milagro de San Marcos”. El tamaño del cuadro es de 415 x 541 cm, óleo sobre lienzo. Las primeras obras de Tintoretto aún no están impregnadas del espíritu trágico del colapso de las esperanzas del Renacimiento, el alegre optimismo del Alto Renacimiento aún vive en ellas.
Y, sin embargo, en cosas tan tempranas como la Última Cena en la iglesia de Santa Marcuola en Venecia, uno ya siente un mayor interés en la dinámica del movimiento, en los fuertes efectos de iluminación contrastantes, que, por así decirlo, predicen el curso posterior del desarrollo de su arte.
El primer período de creatividad de Tintoretto termina con su gran composición “El milagro de San Marcos”. Se trata de una composición monumental y decorativa grande y espectacular. El joven, profesando la fe cristiana, despojado y arrojado por los paganos en las losas del pavimento.
Por orden de un juez, es sometido a tortura, pero San Marcos, que vuela rápidamente desde el cielo, realiza un milagro: martillos, palos y espadas rompen el cuerpo del mártir, que ha adquirido invulnerabilidad mágica, y con asombro atemorizado, el grupo de verdugos y espectadores se inclina sobre su cuerpo postrado.
La imagen se basa en las diagonales y curvas del despegue de la composición, escorzos audaces y poses inesperadas; color: en una yuxtaposición veneciana de gruesos tonos de primer plano y un fondo neutro. La composición, al igual que el Renacimiento, se basa en el principio del cierre preciso: el movimiento rápido en el centro se cierra debido a los movimientos de las figuras ubicadas en sus partes derecha e izquierda dirigidas hacia el centro de la imagen. Sus volúmenes están modelados muy plásticamente, sus movimientos están llenos de esa expresividad completa del gesto, que es tan característica del arte del Renacimiento.
Dada una audaz perspectiva, la figura de una mujer joven con un niño en la esquina izquierda de la imagen continúa la tradición de un género peculiarmente heroico, que se expresó en las obras de Tiziano de los años 1520-1530. Sin embargo, el rápido vuelo: la caída de San Marcos, que irrumpe en la composición de la imagen desde arriba, introduce un momento de extraordinaria dinámica, crea una sensación de vasto espacio más allá del marco de la imagen, anticipando así la percepción del evento como un todo encerrado en sí mismo, sino como una de las explosiones en perpetuo movimiento. Flujo del tiempo y del espacio, tan característico del arte del Renacimiento tardío.