El retrato femenino, conocido desde principios del siglo XIX bajo el nombre de “Embarazada”, fue escrito al mismo tiempo o un poco antes que los Retratos de los Esposos Doni. Los tres retratos dan una gran idea de la ropa de la época.
El valor y la perfección de los retratos de Rafael consiste, en primer lugar, en el hecho de que los fundamentos más realistas de todo su arte son visibles en ellos.
El retrato atrae a la nobleza del ideal de una persona encarnada en una imagen concreta y reconocible de las personas del Renacimiento. Rafael escribe cuidadosamente un vestido, joyas, especialmente un tocado de mujer. El escote cuadrado del vestido, marcado marcadamente con una cinta negra, contrasta con la forma redondeada de la cara y el abdomen de una mujer joven.
La mano izquierda, atención a la que se siente atraída por las decoraciones, se coloca sobre el estómago, enfatiza el hecho del embarazo de la mujer.
Las mangas rojas del vestido también enfatizan la parte inferior de la imagen. Un esquema de color similar se usó posteriormente en el Retrato del Cardenal Fedr Ingiram, bibliotecario del Papa León X.
Al rostro se le da una expresión de cejas estrictas, calmadas y elevadas que dan una expresión ligeramente sorprendida. El look está inmerso en sí mismo. Rafael en su trabajo enfatizó la fragilidad y al mismo tiempo el orgullo de una mujer que se preparaba para ser madre.
Rafael exhibió magistralmente el estado de auto enterración de la joven, y aunque muchos grandes pintores representan a mujeres embarazadas, la pintura de Rafael es una obra maestra entre ellas.