El cuadro “Danza” del popular modernista de finales del siglo XIX y principios del XX, Alphonse Mucha, se asemeja a una ilustración fabulosa. Los ricos colores contrastantes y la decoratividad del personaje principal en el contexto del plan ornamental son elementos característicos de la rama modernista – art nouveau. Esta rama del arte fue especialmente querida por el autor y sonaba en muchas de sus colecciones.
“Danza” moscas – litografía brillante. Como artista y diseñador de carteles, a Mucha le encantó la litografía con su ejecución compleja, llenando las plantillas con pintura y un rico resultado. Esta técnica permitió producir lienzos muy jugosos gracias a un pigmento especial y una copia original del autor.
La litografía presentada con una bailarina es un trabajo dinámico.
En movimiento, tanto la heroína, como un trozo de cortina detrás de su espalda, y una cabeza de pelo ardiente y un tren se congelaron. Como una pieza arrancada de un baile alegre, una escena se representa en un lienzo brillante. A pesar de la plasticidad de la heroína, sus formas son apetitosas y están lejos del ideal del ballet.
Tal vez sea un plebeyo o personificación de la danza misma en forma de un Virgo semidesnudo. Los pómulos carmesí hablan sobre el cuerpo calentado por el baile. Como un rollo exuberante, una mujer cruje una costra de piel marrón elástica, cálida, fresca y apetitosa. Alphonse Mucha rompió a su bailarín, sin embargo, sus mujeres siempre están descalzas.
Además, la tela ligera que cubría el pecho redondo, se apresura a caer a las piernas de una mujer. Cómo ella guarda es un misterio. Los pétalos de frotis de kraplaka se parecen a restos de amapola.
Ellos terminan, llenando el fondo y dando dinámicas adicionales de movimiento perpetuo.
Para el diseño del vacío de los rincones, el artista recurrió a un adorno de insectos estilizados. Estas son mariposas blancas, acurrucadas en bandadas. Flotan sobre cabezas de crisantemo seco. El bucle de la tela pasa a las líneas delgadas de la pista que avanza.
El marco de la imagen está estilizado como un fino hilo de cuerda trenzado en un macrame complejo. Muchas intersecciones de rizos, líneas redondeadas, contornos, volando en la ingravidez, signos de la modernidad.
El autor juega con líneas rectas, rompiéndolos en pedazos, doblando pliegues de cortinas, imparte un cuerpo de bailarina de cera al cuerpo, forzando no solo a la heroína a bailar, sino también a la mirada del aturdido espectador, especialmente el que nació como hombre. Esta obra es baya, verano, musical. La paleta de contraste del primer plano armoniza perfectamente con el fondo borroso sin rostro.
El color del lienzo es muy cálido, casi ardiente, como los frijoles picantes mexicanos. Un toque de color complementa la nitidez de la danza de la ardiente chica Alfonso.