La crucifixión de San Pedro fue la última pintura de Miguel Ángel. Pedro fue condenado a muerte en Roma aproximadamente en el año 64 dC, durante el reinado del emperador Nerón, un ardiente perseguidor de cristianos.
El apóstol le pidió que se crucificara con la cabeza baja, creyendo que no era digno de aceptar la misma muerte que Cristo. Esta circunstancia dificultó la vida de muchos artistas, ya que la figura representada por Pedro crucificado boca abajo a menudo parecía algo cómica.
Miguel Ángel resolvió brillantemente este problema al mostrar a Pedro antes de la erección de la cruz. La figura masiva del santo forma el centro de la composición, mientras que las figuras restantes están dispuestas como si estuvieran de pie a lo largo del borde de una rueda gigante, que gira inexorablemente.