El arte de Van Gogh distingue principalmente en la naturaleza un principio dinámico y le subordina a la estructura inversa de la pintura. La pendiente de la colina con chozas pegadas a ella, se eleva como una ola de mar, las nubes se arremolinan, el humo se retuerce en los anillos. Saliendo de la tubería, los arbustos y los árboles se enroscan con bultos.
El trabajo de Van Gogh de años anteriores se caracterizó por una mayor intensidad de color; en 1890, procedió a un rango más tranquilo, basado en una combinación de tonos verde, azul y verde oliva, pero aumentó considerablemente y pareció alcanzar el límite de la expresividad de su estilo de pintura. Energéticos, pastosos, como si las pinceladas pulsantes de una cascada rápida cayeran sobre los techos de las casas, al costado de una colina, arrastrando detrás de ellos la mirada del espectador hechizado.
La pintura de Van Gogh requiere complicidad emocional activa y empatía del espectador. Van Gogh vivió y trabajó en Francia durante mucho tiempo, la pintura de los impresionistas franceses tuvo una gran influencia en él. Pero los orígenes de su trabajo fueron diferentes: están asociados con el arte de los países del norte. La creatividad Van Gogh ha preservado esta continuidad y, a su vez, tuvo un tremendo impacto en el arte europeo.
Sin embargo, a diferencia de Francia, donde la pintura en el siglo XX se desarrolló principalmente bajo el signo de Cézanne, recibió el reconocimiento más generalizado en Alemania, Bélgica y los países escandinavos. Las “cabañas” se crearon en el último año de la vida del artista. La belleza feroz de la etapa anterior fue reemplazada por una gama de colores más restringida.
No hay contrastes marcados en la imagen, está pintada en tonos azul claro, amarillo verdoso y verde oliva.
El único techo de teja roja brillante de una de las casas y el color azul del cielo en el borde superior de la imagen, realzado por el artista hasta un penetrante ultramar. Pero esta restricción del color se combina en “Cabinas” con la dinámica vibrante de la composición, la transformación pintoresca del mundo objetivo y el temperamento frenético del rendimiento. La expresión literalmente impregna todo el lienzo. Las nubes se arremolinan, el humo blanco se eleva desde la chimenea hasta los anillos, los verdes de los árboles y los arbustos se retuercen con haces.
No hay una línea recta en la pintura de Van Gogh.
El movimiento adquiere un carácter que lo abarca todo y lo consume todo. Cresta de nubes, el borde distante de la colina, la línea de techos altos con curvas que caen cruzan el plano de la imagen, haciéndose más fuertes en su rapidez, a medida que se aproxima al borde de ataque. Y aquí el suelo mismo, ondulado, como un mar tormentoso, cae en el primer plano del espacio con una corriente de golpes pesados, gruesos, en relieve pastoso.
Ni un solo pintor puede compararse con Van Gogh en coraje con el que transforma los sentimientos subjetivos en una tragedia de una escala cósmica. La imagen entró en el Hermitage en 1948 desde el Museo Estatal de Arte Nuevo Occidental en Moscú.