Chica de Ampurdana – Salvador Dalí

Chica de Ampurdana   Salvador Dalí

Desde Ampurdan, cercado del mundo exterior por las montañas. Ampurdán con sus suaves colinas, cielo azul, tierra fértil. Con sus esbeltos cipreses, que Dalí admiraba de niño, y que había estado con él toda su vida, brotando en casi todos los lienzos.

Ampurdán con su tramontán, huracán de viento, que no se encuentra en otras partes. Tramontana rompe árboles, destruye casas, arranca y arrastra todas las nubes desde el cielo hasta el último fragmento, exponiendo el azul más puro y deslumbrante.

Las ráfagas de viento agitan las olas del mar en los acantilados costeros, como el cincel de un escultor, tallando formas de fantasía de ellos. Y el azul, y los cipreses, y estas estructuras de arenisca caprichosa son atributos casi invariables de las pinturas de Dalí. Todo esto viene de allí, desde la infancia y la juventud, desde Cataluña, Figueros, Ampurdana. La niña se para con la espalda al espectador. Casualmente, el cabello dorado cae sobre los hombros, el cuerpo está cubierto con un vestido de tela fina, que resalta más el alivio del cuerpo, en lugar de esconder algo.

En sus pies hay zapatos livianos sin tacones, las correas de su vestido se deslizan de sus hombros. Su postura es lánguida, perezosa e imponente.

Antes se extiende una llanura con colinas bajas en el horizonte. Mira a lo lejos: en la capilla de la arquitectura típica del sur, rodeada por varios árboles, o en un grupo de cipreses lejos del horizonte. El cielo es de un azul deslumbrante con pinceladas ocasionales.

El aire parece temblar por el calor. La imagen transmite perfectamente la atmósfera de un caluroso día de verano en el sur de Cataluña.

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