Un rasgo distintivo de la creatividad madura de Reisdal es la saturación de pinturas con drama. Sus lienzos ya no son solo una contemplación del mundo circundante, como los lienzos de sus predecesores, sino una búsqueda de dinámica, movimiento en todo. La ley de la renovación constante: esto es lo que Reisdal quería reflejar en sus obras, por lo que eligió como objeto para la imagen aquellos momentos en la naturaleza que demuestran más vívidamente el proceso de la vida interior intensa, la transición de un estado a otro.
Por lo tanto, una cierta elevación del objeto representado, la concentración de los sentimientos en el lienzo, así como una cierta tristeza, la predeterminación.
Motivos similares surgieron ya en las primeras obras de Reysdal, intensificándose a medida que el artista evolucionaba. Quizás también estaban predeterminados por las poéticas más severas de la naturaleza del norte. Pero a pesar de esto, las pinturas de Reysdal no se pueden llamar completamente imbuidas de temas de muerte e inconstancia.
La volatilidad misma puede considerarse como un himno a la vida y la unidad de mando.
Sin embargo, en el legado de Reisdal, todavía hay un trabajo, donde la tristeza y la predeterminación pasan a primer plano. Se trata del “cementerio judío”. El tema principal es el majestuoso silencio de la muerte y la ley inquebrantable de cambiar de uno a otro: cambiar el otoño en invierno, cambiar el día a la noche, cambiar el clima soleado a la lluvia y, finalmente, cambiar las generaciones humanas. Pero, ¿cuál es el ganador en esta variabilidad constante, porque cuáles son todas estas metamorfosis? ¿Debería considerarse la muerte como el acorde final, o la vida hace valer su prioridad? ¿Qué es más importante: la vida fugaz de un individuo o la inmortalidad total?
Estas son las preguntas que Reisdal hace en el cementerio judío, y es poco probable que llame al espectador a pensar para revelar algún tipo de verdad que se le haya revelado. La imagen es los pensamientos del artista mismo, no es la promesa de una idea, sino solo los pensamientos de una persona,
La idea de la impiedad de la muerte se refleja en el lienzo en un tronco de árbol seco, cuyas ramas desnudas supuestamente “se adhieren” al paisaje general, y en las paredes dilapidadas del edificio al fondo. Son como los abrazos de la anciana más huesuda con una guadaña. Al mismo tiempo, estos objetos establecen un marco espacial en el que las reglas de muerte.
Es precisamente entre ellos que se ubican las tumbas, y probablemente fue importante para el artista que este “reino de los muertos” no ocupe todo el lienzo.
El motivo de una vida conquistadora se transmite con no menos fuerza en la imagen. El árbol viviente se levanta casi en el centro de este “reino”, las nubes flotan en el cielo más allá de él, y un pequeño arroyo fluye desde el cementerio. La muerte en sí da origen a la vida, al movimiento.
Y la habilidad de Reysdal era precisamente en el hecho de que en detalles ordinarios podía ver las leyes eternas, en el paisaje real, la imagen artística.