“… Después de muchos años de trabajo, Cézanne agotó realmente todas las oportunidades que Zha de Buffan y sus alrededores podían brindarle. Ahora el artista se siente cada vez más atraído por las colinas de Tholon.
No contenta con una habitación en el Castillo Negro, Cézanne alquiló una pequeña casa de pueblo cerca de con la cantera de Bibeme. Dondequiera que vaya Cézanne, ahora puede cubrir su equipo de trabajo del clima, descansar un poco, comer una costra de pan con un trozo de queso (el artista rara vez vuelve a cenar a la cena), lea Lucretia o Virgil.
Un antiguo bosque de pinos todavía conservado cubre la colinaLos árboles viejos y poderosos, las enormes rocas dispersas de la cantera, ofrecen a la imaginación de Cézanne magníficos motivos en sintonía con el estado de ánimo del artista, en cuya vida ha llegado el otoño. Cézanne, sin embargo, solo tiene 57 años, pero siente que se acerca el atardecer, está pensando en una muerte inminente. Él sabe que está conectado con esta tierra, que el día no está lejos cuando ella tomará sus cenizas.
¡Oh, esta tierra! La ama como nunca antes. Él es carne de su carne. A través de él, penetró en las profundidades de las cosas.
Hubo un momento en que, en su pintura, se esforzaba por la rectitud de la línea, estaba enamorado de las horizontales, de las pirámides, con diferentes figuras geométricas, el mundo le parecía ordenado, medido, era sabiduría y voluntad. ahora el mundo es para él una vida de sangre plena, que vibra para siempre desde las profundidades de la tierra, que el artista busca transmitir con su frenético pincel, expresándose.
Con todo su ser, está asociado con este vasto mundo. Percibió en él ese dinamismo, ese movimiento perpetuo, que continuamente da vida a las fuerzas fertilizantes. En sus lienzos enmarcados por follaje y rocas, la cantera de Bibemeu y los pinos del Castillo Negro aparecen como una especie de revelación. Cézanne trae a la realidad circundante la ansiedad de su alma inquieta, le da al paisaje una pasión casi trágica.
El ritmo de sus pinturas es cada vez más rápido: los colores alcanzan un brillo y una potencia increíbles. A partir de ahora, las pinturas de Cézanne son una canción patética… “