El famoso cuadro “Walking on Waters”, el artista Ivanov, pintado en blanco con una acuarela sobre papel marrón en 1850.
El maestro de la brocha decidió ilustrar un episodio de la Biblia, en el que el apóstol Pedro, con gran asombro, observa a Jesús moverse sobre la superficie del agua. Al estar completamente sorprendido, Peter le suplica a su Maestro que tenga piedad de él y le dé la oportunidad de acercarse.
El tranquilo y pacífico Jesús le dice al apóstol que se acerque a él. Pedro obedece obedientemente, pero un viento repentino comienza a asustarlo. Bajo el peso de su cuerpo, Pedro va al fondo, y Jesús lo ayuda a salir y le reprocha a Pedro porque hay poca fe en él, porque esas dudas fueron arrastradas bajo el agua.
Al representar la trama de la imagen, el artista combina armoniosamente la técnica de ejecución. Las figuras representadas en el lienzo son solo siluetas de luz. El esquema de color del lienzo es muy diverso, pero no hay clasificación de tonos. La túnica de Jesús, que se desarrolla en el viento, así como las olas que se levantan, visualmente dan a la imagen un movimiento apenas perceptible, lo animan.
Hay un detalle especial más en el lienzo: el episodio sin pintar a la izquierda forma el contorno del barco, que está inclinado.
El juego de la luz ejerce una gran influencia en la percepción de la imagen representada en el lienzo, lo que le da al fragmento su brillo, luminosidad e incluso algún tipo de misticismo. Estos pequeños trucos de la forma de actuación del artista permiten al espectador experimentar emociones inolvidables a partir de la contemplación de tal magnificencia. Esta obra maestra del arte pacifica a una persona, lo hace espiritualmente más rico.
Al trabajar en una imagen, el artista no solo usó el esquema de color, el juego de la luz, sino que puso un trozo de su alma en él.
Esta imagen tiene una propiedad asombrosa: llena al contemplador del maravilloso “boceto bíblico” con luz interior.