La paleta gris-ultramar de un día nublado y tormentoso estalla en un chapoteo de ondas peludas en la realidad. Un barco con inclinación crítica se apresura hacia nosotros, pero entendemos que a los ojos de la tripulación hay filones afilados que ya han destruido más de un barco. Los restos de la nave, que estaba delante, se ven en el primer plano de la imagen.
Las velas rasgadas en un mástil roto se fusionan con las ondas de acero y acero. ¿El mismo destino esperará a un barco bajo una bandera desesperadamente desgarrada? Esta bandera es el único detalle de color en el dibujo a lápiz “Barco que se hunde” de Aivazovsky. Este trazo de color simboliza una pequeña posibilidad de esperanza entre la violencia de los elementos.
Todo lo demás es monocromo: cielo gris amarillento, nubes negras de grafito, mar de plomo e incluso la silueta de la nave. Esta imagen es penetrante-emocional. Parece que los gritos de las gaviotas y el rugido de las olas en ebullición se precipitan hacia la realidad.
El elemento marino se revuelve, burbujea, levanta árboles. El viento en jirones arranca espuma y conduce el barco a los acantilados costeros. De la imagen sopla el frío, y parece que nos llegan las salpicaduras.
Una increíble sensación de presencia, como si se abriera una ventana a un mundo donde una tormenta despiadada domina el destino de una persona.