Los “bailarines azules” son considerados una verdadera obra maestra, también pertenecen al período de creatividad de Degas, cuando retrató a las figuras semidesnudas de bailarinas, iluminadas por una luz aguda. Esta imagen muestra el rendimiento ya terminado, el final del rendimiento teatral. El rayo del foco teatral por un momento arrebata a las figuras de las bailarinas de la oscuridad, la luz aviva el dibujo, haciendo que las figuras se muevan.
Cabe destacar que Degas no colorea el aire con luz, toda su acción está encerrada en un entorno especial de la escena teatral.
Cuatro bailarines en la imagen forman un todo inseparable, su plasticidad transmite la idea de un movimiento armonioso, armonioso y en desarrollo. Incluso es difícil decir si cuatro bailarinas de ballet están representadas en el lienzo. Esta puede ser la figura del mismo bailarín, pero en diferentes giros.
A fines de 1900, a principios de 1910, Edgar Degas pasó de la pintura a la escultura. Representaba figuras de caballos, bañistas, bailarinas. En sus esculturas, Degas también buscó la transmisión expresiva del movimiento instantáneo, la nitidez y la inesperada postura y, al mismo tiempo, supo preservar la plasticidad y la integridad de las figuras.
Degas se impone tareas imprácticas, tratando de encontrar el equilibrio y la armonía imposibles de los personajes, y dirige todo el poder de su talento a su solución. En sus primeros cuadernos, escribió: “Debes aprender a memorizar formas y expresiones y nunca dibujar o escribir directamente de la naturaleza”. Este principio de sus Degas se mantuvo fiel al final de la vida.
En sus años de madurez, el artista comenzó a desarrollar una enfermedad ocular grave, pero esto no le impedía disfrutar de los colores de la vida en Nueva Orleans. Degas escribió sobre América: “La luz del sol aquí es tan fuerte que todavía no podría escribir nada en el río”.
Desde 1891, Degas está completamente cercado del mundo exterior, ni siquiera lee los periódicos. Absorbe las bellezas de la naturaleza y vive con sus viejos pensamientos. Degas resultó ser un maravilloso alumno de los antiguos maestros, quienes consideraron que lo más esencial es “dominar y poder transmitir el dominio dominante en el que se basa la armonía de la pintura”.