Como ya se señaló, Bonnard no era un maestro del retrato psicológico. Pero él era un maestro del autorretrato psicológico. Una serie de sus autorretratos no tiene parangón en la pintura del siglo XX.
Bonnard obligó al espectador a mirar el mundo con sus propios ojos.
El artista está presente en cada una de sus pinturas, y nosotros estamos presentes en él con él. En este sentido, los autorretratos de Bonnard también son sorprendentes. Por él podemos rastrear toda su vida. Por ejemplo, el autorretrato de 1889, desde el cual un hombre muy joven nos mira.
Anhela reconocimiento, fama, su mirada está llena de determinación. Pinceles y paleta que sostiene como guerrero podría sostener un escudo y una espada.
Comparemos este autorretrato con lo que fue escrito en 1930. El artista se ha vuelto mucho más viejo. Logró el reconocimiento, pero estaba muy cansado en el camino. “El que canta”, dijo una vez Bonnard, “no siempre es feliz”.
El autorretrato de 1930 puede servir como una ilustración pictórica de estas palabras.