Entre las obras creativas de Vincent Van Gogh, hay una serie de autorretratos, cada uno de los cuales es diferente en su originalidad y experiencia especial.
Un ejemplo de esto es el “Autorretrato frente al caballete”, creado por el artista en 1888. Actualmente, el autorretrato se mantiene en Amsterdam en el Museo Van Gogh.
A pesar de que el artista ha elegido un fondo más bien ligero y, como se puede decir, blanqueado, el autorretrato tiene un cierto carácter de ponderación. El fondo claro envuelve firmemente la figura de Van Gogh, se desliza a lo largo de los contornos de la ropa y casi se fusiona con un tono de piel translúcido.
Toda la figura y toda la imagen del artista están alejadas de la luz y están en la sombra, lo que le da a la imagen una compleja relación de luz y sombra. La cara del artista está representada con un oscurecimiento, que le da un estado de tensión, máxima concentración y algún tipo de actividad interior oculta a un observador desatento, saturado seriamente con impulsos sensuales de la vida interior.
En primer lugar, sorprenden los ojos y los ojos del artista. Los ojos oscuros y profundos, por así decirlo, se oponen al fondo demasiado iluminado de la imagen. Servir como reflejo de algo alarmante y tácito.
El fondo claro se presenta como un único punto de color sólido, una especie de contraste con la imagen del artista, que vive bajo la dinámica del trazo. Las líneas de trazos dinámicos, con la ayuda de las cuales se transmiten el aspecto y la esencia del artista, sirven para todo y con un indicio de que la imagen que se nos presenta es impetuosa y ambigua.
El caballete, los pinceles y la paleta representados pueden considerarse los símbolos centrales de este lienzo. Parecen emanar esa energía creativa invisible, que irradia todo a su alrededor con el calor de las partículas coloridas por las corrientes dinámicas radiantes.
El autorretrato es complejo en su percepción. La comprensión unidimensional de esto es errónea y primitiva, y cualquier intento de interpretación no está disponible. El lienzo hace que la percepción sea más complicada y busca subtextos, como fórmulas fabulosas.
La vestimenta del artista es como un cielo estrellado o espacio nocturno, que se llena gradualmente con destellos de colores ardientes, agudos e irresistibles como la naturaleza y el alma artística de Vincent Van Gogh.