En el contexto del éxito de la pintura flamenca del siglo XVI. El arte de Rubens fue como una verdadera explosión de alegría desenfrenada que infectó a toda Europa. En 1630, a la edad de cincuenta y tres años, la artista se casó con Helen Fourman, de 17 años, y se mudó a vivir a la aldea.
Desde entonces, su lenguaje pintoresco se ha enriquecido con un nuevo lirismo sensual, que se expresa más plenamente en los retratos de su esposa e hijos.
Aquí se muestra a Rubens junto a una joven esposa, a quien mira con infinita ternura, y con el pequeño Peter Powell. La imagen parece ser “autodidacta”, revelando con una atmósfera aún más obvia de calma y amor que emana de caras y gestos apenas intencionados. La familia se representa con el trasfondo de un encantador jardín lleno de detalles simbólicos: el rosal detrás de la espalda de Elena se asocia con sentimientos de amor, el loro es un símbolo de la maternidad de Mary, mientras que las cariátides de la izquierda y la fuente son alegorías directas de la fertilidad.
Debido al brillo del color y la naturalidad relajada de las figuras, este trabajo se considera una de las obras maestras de Rubens. Las rosas escritas en pinceladas suaves y ligeras son, sin duda, un símbolo del amor. Desde la antigüedad, la rosa ha sido la flor sagrada de Venus.
Había una leyenda de que sus pétalos eran blancos, hasta que un día la diosa, en busca de su amado Adonis, se lastimó los dedos contra las espinas de una rosa y la coloreó con su sangre.