En el patrimonio de los dibujos y pinturas de Rembrandt, al menos setenta y cinco autorretratos, una especie de “diario visual”.
Sin embargo, la necesidad de mostrar la propia vida y el constante análisis fisonómico no es solo un signo de acento autobiográfico acentuado o confianza en su singularidad: los autorretratos brindan la oportunidad de explorar el reflejo de varias emociones en los rasgos faciales o permitir que uno experimente con los matices de la postura, los modales y los gestos condicionales.
Algunos de los autorretratos se encargaron, mientras que otros se escribieron para la familia, pero no se puede descartar que un número considerable de ellos, especialmente los últimos trabajos, sean una especie de autobiografía visual. Este lienzo, cuya composición es bastante estricta, es uno de los pocos en los que el artista aparece en la imagen conmovedora de un hombre que parece mayor que sus cincuenta y cuatro años.