Se cree que estos son fragmentos de dos altares diferentes, donde el “Derrocamiento de los pecadores” se combinó con la “Ascensión al empíreo” y el “Río infernal”, con el “Paraíso terrenal”. En un esfuerzo por expresar la esencia de lo divino en palabras y formas no transmitidas por palabras, Bosch utiliza magistralmente la luz como elemento expresivo principal: aparece como una columna de fuego, luego destellos de llamas, y en la escena “Ascensión al Imperio” se convierte en un embudo de corredor cegador. El Paraíso Terrenal se encuentra justo debajo del Paraíso Celestial.
Esta es una especie de etapa intermedia, donde los justos son limpiados de los últimos puntos del pecado, antes de que sean llevados ante el Altísimo. En la foto acompañados de ángeles marchan hacia la fuente de la vida. Los que ya han sido salvos dirigen su mirada hacia el cielo.
En la Ascensión al Imperio, las almas sin cuerpo que se han librado de toda la tierra terrenal se precipitan hacia la luz brillante que brilla sobre sus cabezas. Esto es lo último que separa a las almas de los justos de la fusión eterna con Dios, de la “profundidad absoluta de la divinidad revelada”.