Impresionista extremo: así se llamaba a sí mismo el artista estadounidense Child Hassam. El maestro tomó prestado de los famosos franceses, no solo una técnica peculiar de trabajar con el color y la luz, sino que también tomó como regla obligatoria pintar paisajes solo de la naturaleza. Al crear la imagen presentada, Hassam también se mantuvo fiel a sí mismo.
La imagen muestra una de las calles de Nueva York a principios de primavera. El brillante sol cegador, un largo callejón con un árbol extendido en primer plano, cuyas ramas ya pueden presumir con hojas ligeramente verdes, una fina cubierta blanca como la nieve: todo esto crea una sensación única de primavera. El elemento central del lienzo es el arco.
Hassam decidió retratar una imagen idílica de la próxima primavera precisamente en este contexto. El maestro opinaba que la arquitectura moderna americana y el arte monumental no merecen menos atención que, por ejemplo, los antiguos y los medievales, y buscaban capturarlos en sus lienzos.
El trabajo es sorprendente en su alegría y espacio libre. Aquí, la estilística impresionista no se lee con tanta franqueza: el artista solo comenzó sus estudios en París en los años 90, más bien, es una “unión” del realismo y el impresionismo. La influencia definitiva de este último es notable: puede leerse en el uso de la filigrana del blanco, en el juego de la luz de la sombra, en la imagen de un día soleado y en figuras de personas inscritas armoniosamente en el fondo del majestuoso arco, también en la impresión única que produce la imagen.