La composición se realiza para el altar de la iglesia de Santa María del Rosario en Venecia. La Virgen María se cierne sobre una nube de oro amarillo en forma de trono bajo un dosel sobre un fondo arquitectónico cuidadosamente dibujado. María lleva ropa roja y azul; los ángeles la acompañan.
En el primer plano hay tres santos, todos miembros de la Orden Dominicana.
Agnessa de Montepulciano se sienta a la derecha y mira el pequeño crucifijo en sus pensamientos. El artista creó con maestría la ilusión de que su vestido “invade” el espacio vital del espectador. A su izquierda está la calle.
Catalina de Siena, con una corona de espinas y un gran crucifijo, y de sv. Rosa de Lima, sosteniendo en sus brazos al infante cristo.
Los personajes de la imagen son más como heroínas de la novela de alto perfil que de los santos. En sus rostros, el verdadero pathos se conecta con la sensualidad elegante, que los eleva por encima de las personas comunes. Al mismo tiempo, gracias a los detalles del hogar escritos con maestría, estas mujeres sin duda son percibidas por el espectador como parte del mundo real, la vida cotidiana.